La veloz difusión de la epidemia producida por el SARS-CoV-2 convertida en pocas semanas en pandemia ha condicionado su respuesta en condiciones de notoria incertidumbre. Respuesta que, entre otras iniciativas, proporciona multitud de datos, que no ha sido posible someter a la habitual validación científica en bastantes ocasiones. Por ello, conviene una actitud cautelosa al adoptar o modificar medidas preventivas y de control consecuentes con los conocimientos epidemiológicos disponibles, todavía preliminares y poco precisos.

Andrea Segura, ex-presidente de SESPAS, vocal de su junta directiva y miembro del Comité editorial de Gaceta Sanitaria, repasa en una nueva entrada del blog de la Asociación de Economía de la Salud la epidemiología descriptiva de la entidad nosológica COVID-19 (definición de caso, agente causal, huésped, cadena epidemiológica, mecanismos de transmisión, periodo de transmisibilidad, tasas de ataque, mortalidad específica por causa, y letalidad) y la pone en relación con las medidas preventivas adoptadas. El autor concluye que, aparentemente, se ha preferido actuar como si la situación fuera la peor posible, como propuso Margaret Chan en la pandemia gripal del 2009, y si no lo es mejor, y desestimando los efectos adversos inevitables de las medidas preventivas.

Asimismo, se señala en la entrada que las comparaciones históricas son muy difíciles por las diferencias de criterios. La cualificación de esta pandemia como la mayor catástrofe de la historia de las infecciones no es fácilmente demostrable. La mortalidad atribuible a la gripe asiática entre 1957 y 1958 en España se ha estimado en unas 43.000 defunciones, que en el mundo fueron entre 1 y 2 millones. Ello sugiere la influencia de los medios de comunicación y las redes sociales en la percepción de la magnitud del problema.

Last modified: 11 de junio de 2020
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