Bajo el título “La salud pública, el género y la ética”, el seminario organizado por la Fundació Víctor Grífols i Lucas y por la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) congregó el pasado 4 de diciembre 2019 a unos 35 profesionales del campo de la filosofía moral y de la salud pública.

Ha sido el noveno encuentro anual del grupo de trabajo de ética de SESPAS con la colaboración material e intelectual de la Fundación, que además de acoger a la selección de participantes y de invitar a las personas encargadas de las ponencias, en buena parte procedentes del ámbito de la filosofía moral, publica puntualmente las presentaciones en su colección de cuadernos, accesibles libremente. Una iniciativa que debemos a la presidenta del patronato de la fundación, la doctora Victoria Camps, firmante del acuerdo con SESPAS gracias al cual el grupo de trabajo puede llevar a cabo esta actividad.

La jornada de este año, dividida en tres bloques como acostumbra a ser habitual, se ocupó sucesivamente de analizar el papel de la ética y el género en el derecho que afecta a la salud, en las políticas sanitarias y en la práctica sanitaria. En cada bloque intervinieron 2 profesionales, una aportaba la perspectiva desde la ética y la otra desde la salud pública, y después se abría un espacio de debate entre todos los asistentes. En el primer bloque sobre derecho, género y salud, intervinieron Rosana Triviño y Lucía Artazcoz, en el segundo sobre políticas sanitarias Maria Teresa López de la Vieja y Maria del Mar García, y finalmente Margarida Boladeras y Maria Teresa Ruiz aportaron datos y reflexionaron sobre la ética y el género en la práctica sanitaria. Núria Terribas, Andreu Segura y Angel Puyol actuaron como conductores del seminario.

“No se nace mujer, se aprende a serlo”. La célebre frase de Simone de Beauvoir sirvió como referencia de toda la jornada, en la que se hizo evidente la dimensión antropológica y sociológica que tiene el género, y se aportaron diferentes datos que demostraban las desigualdades en salud que existen por género. Si bien parece que estamos mejor que antes, entre otras cosas porque “ya se puede hablar de ello”, existe mayor sensibilidad a los temas de género y se han creado sistemas y mecanismos de control para reducir estas desigualdades, hay marcos conceptuales y manuales bien trabajados para analizar la perspectiva de género y detectar posibles sesgos, etc., queda camino por recorrer. Y es que “las buenas intenciones no son suficientes” y falta transformar todo esto en ideas concretas que sirvan para ser llevadas a la práctica, porque los marcos normativos por sí solos son “teóricos y simbólicos” y por tanto no sirven si no se desarrollan e implementan. En este sentido se presentó como una herramienta útil la WHO Gender Assessment Tool, diseñada para evaluar a través de una serie de preguntas el grado en que las políticas e intervenciones en salud tienen en cuenta el género.

Durante varias de las intervenciones se mencionó el nombre de Miranda Fricker y del concepto injusticia epistémica aplicada al género, tanto como injusticia testimonial (prejuicios que generan diferentes grados de credibilidad en función de si eres mujer u hombre), como injusticia hermenéutica (la desventaja que generan la falta de recursos interpretativos). Hubo cierto debate sobre la ignorancia epistémica, y de cómo determinados contenidos y formas de conocimiento quedaban relegadas a un segundo nivel, de aparente menor validez. También se generó cierta controversia acerca de cuán de importantes son los aspectos biológicos a la hora de explicar algunas de las diferencias y desigualdades que se observan según género, y se echó en falta en la sala profesionales del área de la biología humana.

La sobre-representación del rol reproductivo de la mujer se expuso en varias ocasiones, tanto para denunciar que sea lo único que es relevante en la salud de la mujer (y con ello la representación de la interrupción del embarazo o la infertilidad como fracaso de la maternidad) como cuando se utiliza como argumento para no incluir a las mujeres en los ensayos clínicos. También se denunció la medicalización del embarazo y la asunción de la mujer embarazada como enferma, así como la concepción. El rol de la mujer como cuidadora y los aspectos de conciliación familiar fueron también abordados desde diferentes perspectivas, destacando las desigualdades que se generan al respecto en términos sociales y de salud, y se aportaron algunos datos de hasta qué punto este rol podría ser asumido en mayor medida por la administración pública. Por otro lado, se mencionó aunque de forma marginal, los efectos negativos de la socialización del género también en los hombres, de cómo la “masculinidad” conlleva también efectos indeseables en los hombres, como por ejemplo mayor exposición a riesgos, menor adopción de intervenciones preventivas, menor demanda de ayuda en caso de necesidad, etc.

“Para que un sistema de dominación se mantenga hace falta que los dominados colaboren con los dominadores”: todos somos parte del problema. Entre las propuestas que se plantearon estaban las de generar espacios de diálogo y reflexión en la sociedad y los planificadores y decisores políticos, que permitan discutir entre otros la toma de conciencia de los propios sesgos y cómo abordarlos en todos los niveles en general y en particular hacer un abordaje ético-político. También se mencionó en varias ocasiones la necesidad de revisar los currículums académicos y profesionales de las áreas relacionadas con la salud y la sanidad para incluir la perspectiva de género y para en general, mirar más allá de los aspectos clínicos e incluir la dimensión social de las personas.

Andrea Burón. Grupo de trabajo de ética y salud pública. SESPAS

Last modified: 14 de diciembre de 2019
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